Sedación. En general, los agonistas puros producen sedación, que se expresará más
o menos dependiendo del estado del paciente (grado de dolor e insomnio). A dosis
mayores, producen estupor, sueño profundo y coma. Empeoran, por tanto, el
rendimiento psicomotor. Si se administran dosis muy elevadas pueden aparecer
convulsiones.
Euforia. Producen euforia, placer y sensación de bienestar, con reducción de la
ansiedad. Este efecto es muy intenso por vía intravenosa y, menos por vía fumada o
inhalada. Es la base de su abuso, aunque muchas veces no se observa en las primeras
administraciones ya que aparecen náuseas y vómitos.
Analgesia. El dolor posee componentes sensoriales y afectivos (emocionales). Los
opioides reducen ambos componentes. La analgesia es la propiedad terapéutica más
importante de los opioides, siendo dosis dependiente. Alivian o suprimen dolores de
gran intensidad (agudos o crónicos) y de cualquier localización.
Depresión respiratoria. Deprimen la actividad del centro respiratorio
bulboprotuberancial. Disminuyen el volumen minuto respiratorio, afectando sobre
todo a la frecuencia más que a la amplitud. Se observa, por tanto, una reducción del
número de respiraciones por minuto, que puede llegar a la apnea.
Supresión de la tos. Suprimen el reflejo de la tos, posiblemente al afectar al
conjunto de neuronas respiratorias que integran y dirigen los movimientos convulsivos
de la tos.
Miosis. La contricción pupilar es un efecto típico de casi todos los opioides. La
miosis no presenta tolerancia y por ello, es útil para predecir el uso reciente de
opioides y la intoxicación aguda. En casos de hipoxia grave, la miosis se convierte en
midriasis paralítica.
Náuseas y vómitos. Se observan más frecuentemente tras las primeras
administraciones.
Acciones neuroendocrinas. Por su acción sobre el hipotálamo y la hipófisis,
estimulan la secreción de ACTH, la hormona del crecimiento y la hormona
antidiurética, e inhiben la secreción de la TSH y las gonadotropinas.
(LH y FSH).
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